LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
Las consecuencias de nuestro consumismo
Clicando en la foto accederéis a la misma página |
Tras ver el documental Comprar, tirar, comprar (Cosima Dannortizer) he entendido el porqué de la duración cada vez más reducida de los productos y las desastrosas consecuencias medioambientales que tiene el estilo de vida consumista que llevamos.
Debo confesar que no es la primera vez que escucho hablar de la obsolescencia programada y que estoy algo informada en el tema, pero ha habido varios datos o escenas que me han dejado impactada. La verdad es que yo creía que la obsolescencia programada era algo relativamente nuevo, creado al rededor de los años 90, cuando los teléfonos móviles comenzaron a obtener fuerza y popularidad. Pero no, esta práctica es mucho más antigua: fue creada al rededor de los años 30, al reducir intencionadamente el periodo vital de las bombillas a 1000 horas. Esa ha sido la primera escena que me ha llamado la atención (minuto 8). Quizá, en otras circunstancias, esta práctica no hubiese conseguido tanta fuerza, pero hay que situarse en la época: la obsolescencia programada empezó a popularizarse justo después del crac del 29, con el inicio de la crisis de 1929, más conocida como la Gran Depresión. En aquella época, muchas empresas decidieron usar esta práctica para hacer que los consumidores compraran más, es decir, gastaran más, y así poder ganar más dinero para salir de la crisis económica.
Otra escena con la que me quedo es la de los vertederos de Ghana (minuto 38). Creo que será una parte del documental que todos comentaremos. Muestra tan bien el impacto que tienen nuestro consumismo en los países en proceso de desarrollo y cómo nos aprovechamos para burlar la ley (y burlarnos de ellos) y así poder enviar todo lo que ya no queremos, convirtiendo ciudades, incluso países enteros en vertederos. Me parece vergonzoso que el ser humano haya llegado a tal punto y que, aun sabiendo el impacto que tienen nuestras acciones, no cambiemos nada.
Al final del vídeo (minuto 44) cuentan cómo hay gente que ya ha empezado a buscarle una solución a este problema, o por lo menos intentar minimizar el efecto del consumismo arraigado en las sociedades el primer mundo. Eso me da un poco de esperanza, el saber que hay gente que se preocupa, trabaja y se moviliza para combatir la obsolescencia programada.
Por último, me gustaría hacer una pequeña reflexión. En primer lugar, decir que la sociedad actual es muy consumista y derrochadora. No tenemos empatía, somos demasiado egocéntricos y no somos capaces de pensar ni durante un minuto en las consecuencias que nuestras acciones puedan tener. Al escuchar la palabra adicción lo primero que los viene a todos a la cabeza es alguna sustancia química, alguna droga. En los últimos años, hemos empezado a relacionarlo con la ludopatía y/o los dispositivos digitales. Pero, debemos saber que la adicción al consumo es una adicción demasiado normalizada e implantada en nuestro interior. Desde mu pequeños comprar, tirar y volver a comprar es lo que vemos, lo que aprendemos y lo que hacemos. Por eso, la solución debe ser bidireccional: se debe luchar contra las grandes empresas y su obsolescencia programada, y al mismo tiempo se debe educar la sociedad para conseguir un consumo responsable y empático.
A continuación os dejo una imagen interactiva que ha creado una compañera, Leire Beriain, con algunas de las frases que (cito textualmente) «me han hecho pensar y replantearme muchas cosas acerca de lo que inconscientemente llego a consumir y el daño que puedo hacer.»